viernes

Juguemos a que me partís la cabeza,
a que mi amor no se puede contener,
a que cada nota que da vueltas
te acaricia el pelo de a poquito.

Jueguemos a que te quería curar
mientras yo sufro con tus picanas
verbales, jueguemos a que quizás
podamos curarte la enfermedad.

Juguemos a que no hay un mañana
y que los poemas de amor
dejaron ya de ser tan obvios y redondos
Como yo.

Juguemos a que no hay un mañana...

Juguemos a que la vida se extiende
por entre las mentes que sienten,
jueguemos con los camiones
a todas las veces que te dí flores.

Juguemos a que no nos conocemos,
a que tu rostro es otro
y en nada a mí se parece tu pelo.

Juguemos a que nos queríamos conocer,
a que nada se interponía,
a que yo no me iría,
a que quiero besarte,

Juguemos a besarnos,
a escondidas,
con las manos,
a la salida.

Juguemos a que te querías escapar,
pero que en el fondo
cada vez te perdías más.

Juguemos a que no podés caer nunca
en el abismo grande y eléctrico
que es poseer tus pechos
a un ritmo cada vez más frenético.

Juguemos a que éramos niños,
con infancias,
con rostros,
con caramelos,
con juegos.

Juguemos.

Juguemos a visitarte en tu casa,
a volar por los peajes,
a un inocente ring raje,
que hace salir mi alma.

Juguemos a cantar de a versitos,
muy despacito, al oído, bajito.
A que susurrábamos la felicidad,
por miedo de que no esté más.

Juguemos a caminar por la plaza,
mirar el tobogán, el subibaja.

Juguemos a escucharnos,
a regarlarnos chupetines,
a que cuando se me mojen los calcetines
no tenga que volver a lavarlos.

Juguemos a que nos íbamos de campamento
y que por las noches me escapa a tu carpa,
para contarnos cuentos de terror
y ver cual de los dos se esconde primero en la cama.

Juguemos.

Prometo que esta vez
no haré trampa.