Regreso
Y me volví. Cuatro y pico de la mañana habrán sido. Me fui. Me largué de esa fiesta que olía a juventud, a alegría, a etapas concluídas, a amistades que duran vidas (al menos en memoria), a speed con vodka y botellas de Sprite con Gancia. Me fui. No lo soporté. Quería explotar. Quería irme. Quería volar. Quería irme. Quería, quería por dos segundos olvidar todos los problemas de mi cabeza, de mi cuerpo, de mi alma. Quería olvidarlo todo. Pero con ellos ahí, como pequeñas partes de mi vida, bailando despreocupadas, algo "entonadas" quizás, tan, pero tan lejanas a la autodestrucción en la que me había convertidos... con ellos ahí. No lo soporté. Y me fui. Salí de ese antro de una felicidad que en un tiempo dije buscar, y pregunté hacia donde quedaba Corrientes. Nadie supo. Caminé, caminé y caminé. Llegué a una plaza. Me quedé quieto. Y los pensé por ya enésima vez. Pensé primero en mis amigos, en ellos, que habían estado ahí, en sus bromas, en sus charlas sin sentido a veces, en las salidas. En tantas cosas. Pensé en mis amigas también, en que Candelaria no me reconoció tres veces (Hizo la gran Pedro a Jesus (?)), en que las minas de mi división estaban todas lindas, re lindas. Y que de haber sido otra la ocasión... las violadba a todas. Recordé mis peleas estúpidas con ellas, los versos que derramé sobre las fotos de algunas de ellas, la manera en la que muy eventualmente nos reíamos. Los recordé de tantas maneras. De millones. Y fueron millones las maneras en las que me expresé. Quise, quise llorar tanto que un diluvio arrastre todo este momento, toda esta vida que cada día cobra más y más penas. Quise, y esperé, a que alguien me salvara. Ella, él, ella, ella... quizás hasta yo. Pero nadie vino. Nadie. Me quedé solo como un nene en esa plaza, todo agazapado, recordando, añorando cosas que estaban en frente mío. Y esperando que una niña me salve, porque yo ya me cansé de ser mi superhéroe. Me cansé. Y quieto, solo quieto, con música, sin ella, sin ellos, sin mí.
Al final, vi pasar un señor y le pregunté si sabía dónde quedaba Corrientes. Me dijo que sí, que tenía que tomar el 71 por la calle Triunvirato, que quedaba para el lado contrario al cual había caminado, a unas 14 cuadras. Una hora de viaje. Le dije: "Pero, ¿para ir caminando?" "Y supongo que seguís Triunvirato que en algún momento llegás a Corrientes... pero mirá que en colectivo tenés como mímino una hora de viaje" "No importa, tengo toda la noche"
Y caminé, por Alfonsina Storni, por calles que jamás pensé que existiesen. Caminé, a modo de escapar, no me importaba dónde iba a ir a parar, no me importaba si llegaba a casa, a mis miedos a mi final, a mi hogar... me sentía tan desesperadamente mal. Necesitaba tanto un poco de magia en ese momento. ¿Que aparezcas sabés? Porque, porque pienso, mi vida es un desastre no? Ya se está yendo demasiado al carajo en desastre tras desastre, es casi como una joda, es demasiado para ser real, entonces, ¿Por qué acaso no podías vos, mi felicidad aparecer así de repente en Crisólogo Larralde cuando pasaba el camión de basura? Es un pensamiento válido no?. Necesitaba creer que sí. Necesito creer que sí, porque me cansé de ser mi superhéroe, de levantarme del pozo para volver a caer sin siquiera haber visto la luz del sol, me cansé de cuidarme yo solo, de crecer, de la mierda de saber que nunca voy a estar aunque sea dos días bien, de la mierda total que fue mi cumpleaños, de la mierda que fue mi vida hasta entonces. Me cansé de ser mi superhéroe. Tengo el derecho a ser salvado.
Pero traté de pensar en otra cosa, cualquier otra cosa, simplemente caminar. Pero ya al llegar a la calle Triunvirato al 7600, me encontré con la primera señal de que evitar mi melancolía, mi desesperación de salvación, iba a ser imposible. Porque lso empecé a ver en todas partes, en cada rincón, cada pasaje, cada calle, cada recoveco, cada comercio cerrado. Los vi en todas partes. Vi a Ariel en un Maxikiosco, lo vi al Negro tomando su tetra e vino en cada entrada de un edificio, las vi a las chicas apoyadas en la pared esperando a entrar a un boliche, lo via Gonzalo esperando un colectivo conmigo después de haber venido a casa, lo vi a Petke cuando pasaba por un puesto de cd´s virgenes recordando cuando mne grababa cd´s, la vi a Sofía cuando miraba algo con ganas de fotografiarlo, la vi a Daniela cuando pasé por un puesto de lencería recordando sus frases tan zafadas a veces, lo vi a Javier cuando pasé por una fotocopiadora, nos vi a todos nosotros, cuando volvíamos de esos partidos de fútbol, lo vi a Julían, a Cande, a Sabrina, a Otto, a Pablo... a todos.
Como cenizas de lo que alguna vez fui con ustedes, los vi impregnados en cada rincón de este planeta, y yo no tenía máscara de gas. No tenía máscara de gas ni superhéroe. Y me dolían las piernas, las plantas de los pies, así que rompí uan escoba y me hice un bastón. Y caminé más y más. Y llegué finalmente a Lacroze. Y nos ví saliendo de fiestas, de esas que están tan acá en el tiempo, me ví en otras fiestas, comiendome las ganas de muchas cosas, cosas que jamás haré. Minas sobre todo sí, pero cosas que no haré al fin y al cabo. Sofía a veces, Sabrina casi siempre, y Daniela cuando no me golpeaba...
Los vi medio en pedo ustedes, gritando estupideces que siempre recuerdo. Ah, los vi de tantas maneras.
Pero seguí caminanado. No paré. Ya no. Me dormía. Pero seguí caminando. Esperando que aunque sea al final del camino, aparezca mi superheroe.
Pero llegue a casa, di siete vueltas a la manzana (como haría con Candelaria antes) y no apareció. No apareció. Sufrí mucho entonces.
No hay esperanza para mí. No hay luz al final del camino. No.
No tengo salvación, me cansé de ser mi superhéroe. De defraudarme.
Necesito esta vez, que mi superhéroe salte así. Que me salve.
Llegué a casa, tras 3 horas y media de caminata. Solo. Sin superhéroe. Sin nadie que me salve.
Los quiero demasiado. Y no sé que hacer sino destruirme.
Al final, vi pasar un señor y le pregunté si sabía dónde quedaba Corrientes. Me dijo que sí, que tenía que tomar el 71 por la calle Triunvirato, que quedaba para el lado contrario al cual había caminado, a unas 14 cuadras. Una hora de viaje. Le dije: "Pero, ¿para ir caminando?" "Y supongo que seguís Triunvirato que en algún momento llegás a Corrientes... pero mirá que en colectivo tenés como mímino una hora de viaje" "No importa, tengo toda la noche"
Y caminé, por Alfonsina Storni, por calles que jamás pensé que existiesen. Caminé, a modo de escapar, no me importaba dónde iba a ir a parar, no me importaba si llegaba a casa, a mis miedos a mi final, a mi hogar... me sentía tan desesperadamente mal. Necesitaba tanto un poco de magia en ese momento. ¿Que aparezcas sabés? Porque, porque pienso, mi vida es un desastre no? Ya se está yendo demasiado al carajo en desastre tras desastre, es casi como una joda, es demasiado para ser real, entonces, ¿Por qué acaso no podías vos, mi felicidad aparecer así de repente en Crisólogo Larralde cuando pasaba el camión de basura? Es un pensamiento válido no?. Necesitaba creer que sí. Necesito creer que sí, porque me cansé de ser mi superhéroe, de levantarme del pozo para volver a caer sin siquiera haber visto la luz del sol, me cansé de cuidarme yo solo, de crecer, de la mierda de saber que nunca voy a estar aunque sea dos días bien, de la mierda total que fue mi cumpleaños, de la mierda que fue mi vida hasta entonces. Me cansé de ser mi superhéroe. Tengo el derecho a ser salvado.
Pero traté de pensar en otra cosa, cualquier otra cosa, simplemente caminar. Pero ya al llegar a la calle Triunvirato al 7600, me encontré con la primera señal de que evitar mi melancolía, mi desesperación de salvación, iba a ser imposible. Porque lso empecé a ver en todas partes, en cada rincón, cada pasaje, cada calle, cada recoveco, cada comercio cerrado. Los vi en todas partes. Vi a Ariel en un Maxikiosco, lo vi al Negro tomando su tetra e vino en cada entrada de un edificio, las vi a las chicas apoyadas en la pared esperando a entrar a un boliche, lo via Gonzalo esperando un colectivo conmigo después de haber venido a casa, lo vi a Petke cuando pasaba por un puesto de cd´s virgenes recordando cuando mne grababa cd´s, la vi a Sofía cuando miraba algo con ganas de fotografiarlo, la vi a Daniela cuando pasé por un puesto de lencería recordando sus frases tan zafadas a veces, lo vi a Javier cuando pasé por una fotocopiadora, nos vi a todos nosotros, cuando volvíamos de esos partidos de fútbol, lo vi a Julían, a Cande, a Sabrina, a Otto, a Pablo... a todos.
Como cenizas de lo que alguna vez fui con ustedes, los vi impregnados en cada rincón de este planeta, y yo no tenía máscara de gas. No tenía máscara de gas ni superhéroe. Y me dolían las piernas, las plantas de los pies, así que rompí uan escoba y me hice un bastón. Y caminé más y más. Y llegué finalmente a Lacroze. Y nos ví saliendo de fiestas, de esas que están tan acá en el tiempo, me ví en otras fiestas, comiendome las ganas de muchas cosas, cosas que jamás haré. Minas sobre todo sí, pero cosas que no haré al fin y al cabo. Sofía a veces, Sabrina casi siempre, y Daniela cuando no me golpeaba...
Los vi medio en pedo ustedes, gritando estupideces que siempre recuerdo. Ah, los vi de tantas maneras.
Pero seguí caminanado. No paré. Ya no. Me dormía. Pero seguí caminando. Esperando que aunque sea al final del camino, aparezca mi superheroe.
Pero llegue a casa, di siete vueltas a la manzana (como haría con Candelaria antes) y no apareció. No apareció. Sufrí mucho entonces.
No hay esperanza para mí. No hay luz al final del camino. No.
No tengo salvación, me cansé de ser mi superhéroe. De defraudarme.
Necesito esta vez, que mi superhéroe salte así. Que me salve.
Llegué a casa, tras 3 horas y media de caminata. Solo. Sin superhéroe. Sin nadie que me salve.
Los quiero demasiado. Y no sé que hacer sino destruirme.
<< Home